No hay esperanza. Es incurable. Nada me funciona.

Cuando alguna enfermedad grave nos ataca, generalmente probamos “lo que sea” para mejorar nuestra salud o simplemente la calidad de vida,  y es cuando encontramos mundos no antes explorados porque sencillamente nuestro escepticismo no nos lo había permitido, mundos llenos de esperanza que nos hacen aprender a valorar la vida y la salud. Entonces queremos regresar el tiempo y corregir lo que hemos hecho contra nosotros mismos, pero el pasado quedo atrás y lo mejor es que tenemos el presente para actuar y cambiar aquello que atenta contra nuestra salud.  ¿Por qué llegar a este punto?

Los tratamientos biologicos y naturales para mejorar la salud son muy efectivos, pero no son fáciles de llevar, sobretodo por personas que son partidarias de los avances en el procesamiento de alimentos, por ejemplo, es más sencillo que en casa, destapemos una botella de refresco, que hacer suero o al menos agua de fruta natural sin azucar; o de comprar una gran pizza familiar para cenar dos o tres veces por semana. De lo que no somos conscientes es que a la larga no será sencillo deshacerse de los trastornos que esta temporal comodidad nos puede provocar.

No podemos confiar en los productos que de antemano sabemos no nos harán bien o que contienen substancias toxicas que en “exceso podrían ser dañinos para la salud” porque al acumularse estas con otras que se encuentren en otro producto de uso común, podrían causar alguna enfermedad grave cuyo origen sea científicamente desconocido.

El comprometerse con la propia vida a no caer en hábitos dañinos, no es algo sencillo cuando hemos vivido siempre con las mismas costumbres, pero cada día será un buen día para iniciar  y no claudicar en lo sucesivo.

El dueño y señor de tu salud, eres tu mismo, no le cedas este maravilloso poder a nadie más.